Hace unos cuantos días que me da vueltas en la cabeza el concepto de "Justicia". Según la Real Academia Española es algo así como “La virtud de dar a cada uno lo que se merece”. Al leer eso no pude más que esbozar una sonrisa irónica. “Lo que cada uno merece”. Claro, parece que es nuestro destino trabajar hasta viejos para poder comprar una casa, un auto, esos viejos sueños que nos han inculcado ancestralmente de generación en generación, simplemente “porque lo merecemos”. Es algo que de ningún modo me entra en la cabeza.
Recuerdo algunas charlas con mi abuelo (Cómo te extraño, viejo) en las que yo siempre sostenía que, si algún día se me daba la oportunidad de formar parte de algún órgano del Gobierno, de ningún modo iba a permitir las injusticias que día a día vemos, como los sobresueldos, los sobornos a piqueteros, los planes sociales que crean más vagos que empleados potenciales y fomentan el clientelismo, etc. Y la respuesta de mi abuelo era siempre la misma: “El poder enceguece”. Yo no creo que sea “enceguecer” sea la palabra; más bien creo que tiene que ver con una ambición desmedida por el poder y el dinero en sí mismo… y es que en cierto modo, ¿quién no deseo alguna vez en su vida tener más de lo que tiene? ¿Quién no miró al que pasa por al lado con anhelo envidioso lo que el otro tiene y uno no?
Realmente muchas veces me sentí obsesionado a buscar ganar o tener más de lo que tengo, pero en gran parte por haber vivido una infancia llena de carencias, con modestia pero sin faltarme nada, y siempre pensé que si algún día me tocaba representar al pueblo la premisa sería EL PUEBLO y no mi bolsillo. Y ahí es cuando la justicia entra en juego. ¿Es justo que aquellos a quienes elegimos para representarnos y defendernos contra las injusticias a las que la interacción con una sociedad podrida de raíz nos somete, defiendan primero su interés antes que al pueblo al que en la teoría deberían proteger? ¿Es justo que el mayor beneficio lo tenga aquel que no obra “con justicia”, sino aquel que entra en el sucio juego de la corrupción? La respuesta es más que obvia…
Siguiendo con la idea de “Justicia”, recuerdo dos hechos concretos que se dieron en los últimos días que me dejaron muy enojado con la sociedad y el concepto en que vivimos en general:
El primero de ellos, bien conocido por aquellos con quienes trato a diario es el insólito robo que sufrí hace poco en el tren, cuando me cortaron los bolsillos mientras dormía para robarme el celular y la billetera. La cuestión del caso es que llegué a mi casa con lágrimas de impotencia en los ojos y masticando con rabia la frase “no hay justicia”.
El segundo hecho se dio el otro día estar volviendo de Quilmes a la madrugada. Mientras esperaba el colectivo, un flaco se nos acercó a mis amigos y a mí para pedirnos monedas. Ya de por sí me exasperó ver que no le faltaba ningún brazo ni pierna ni parecía tener ninguna discapacidad como para no poder ganarse un mango. ¿Por qué yo, que trabajo toda la semana para poder contribuir con mi familia, para poder pagarme los estudios y para poder progresar, tengo que darle plata a un malviviente que eligió la fácil antes que el camino más largo? Siguiendo con el relato, después de negarnos a darle ninguna moneda porque en teoría no teníamos nada, uno de los chicos tuvo el mal tino de sacar la billetera y dejar al descubierto un billete de $2, con lo cual el morocho, ni corto ni perezoso, exclamó: “ahí tenés un billete”. Mi amigo, incómodo y sin saber de qué disfrazarse, le dijo que no podía darle porque al otro día era Nochebuena y tenía que comprar los regalos para su familia. Prácticamente sacado ya, me levanté y me prendí un pucho mientras miraba de soslayo cómo el flaco este sanateaba a uno de mis amigos con anécdotas de la calaña de “ayer salí de la cárcel”, “tengo una familia que mantener” y “no tengo ni para viajar”. Finalmente, al cabo de 5 minutos el crápula entendió que no nos iba a sacar un cobre y se retiró por donde vino para perderse en la noche. Siguió a eso un debate con mis amigos sobre si era o no justo lo que acababa de pasar, de tener que mentirle a alguien que se acerca a manguear sin escrúpulos, casi opresivamente, para evitar que te hagan daño o para conservar aquello que en buena ley te ganaste. ¿Dónde esta la justicia en esos casos? ¿Qué es lo justo? ¿Darle lo que pide? Otra vez es obvia la respuesta…
En conclusión, tengo que decir que estoy podrido y muy enojado con esta sociedad que no da oportunidades de superación, individualista y elitista. Mucho depende también del legado de familia y lamentablemente, cuando se nace en un lecho con tan pocos recursos, los caminos se acortan y parece que sólo existe la chance de seguir trabajando para tener una vida “digna” y poder tener la cabeza en alto el día de mañana. Podría decirse que es pesimista mi punto de vista, pero en 22 años, con una familia fragmentada y con muchas cosas que no cierran alrededor debo decir que, lamentablemente, en este país la justicia no existe.