Últimamente anduve conociendo mucha gente diferente: Freaks, gente "normal", gente seria, copada, triste, alegre, solitaria... Y me dí cuenta de que todo el mundo tiene algo que lo hace diferente. No sólo es la apariencia física, el peinado, el tono de voz, el idioma en que hable, el lugar del cuál proceda... hay toda una serie de normas que rigen su comportamiento, una moral que no es compartida por todos los individuos, que las hace únicas.
Es inevitable, luego de un par de intercambios verbales, charlas de café (o cerveza), laborales o en boliches, formar una opinión al respecto de una persona. Ponemos en la balanza todas aquellas cosas que nos resultan interesantes contra todas aquellas en las cuales disentimos o repudiamos, e inexorablemente formamos una opinión subjetiva de esa gente. Muchos podrán decir "no se puede juzgar sin conocer", pero la realidad es que internamente todos lo hacemos, y es muy difícil intentar NO hacerlo, porque creo que es parte de la naturaleza humana. Así como cuando uno mira un color, un auto, una prenda, y dice "me gusta" o "no me gusta", de esa forma actuamos para con las personas. Muchas veces eso nos resulta una dificultad, ya que creo que a priori la gente intenta mostrar algo que no es, una coraza que todos tenemos que protege lo más interno, aquello que sentimos vulnerable, solamente para evitar ser dañados. Es así que en general (obviamente, no todos) nos mostramos seguros, un poco arrogantes y soberbios, y creamos un aura de seguridad que muchas veces no es tal. Me ha pasado miles de veces que una persona me dice "no pensé que eras tan copado, tenés pinta del típico facherito mala onda y soberbio... y después me dí cuenta que nada que ver". Inconscientemente mostramos aquello que queremos que los demás vean.
Ahora bien, retomando la idea anterior, muchas veces esta "fachada" o "coraza" que demostramos dificulta mucho ese acercamiento entre la gente. Por ese hecho de que formamos opiniones muy rápidamente es que tendemos a crear una opinión errónea que condiciona el abrirnos y mostrarnos como realmente somos... con lo bueno y lo malo que ello acarrea. Nos volvemos una especie de jueces sobre la "admisión" o no de esas personas en nuestra vida, y realmente no conocemos nada de ella. Por ahí formamos un juicio totalmente erróneo y terminal sobre esa persona, y en el fondo nos estamos perdiendo de conocer a alguien que, bien o mal, puede resultar de gran impacto en nuestras vidas.
Ojo, a este punto es preciso aclarar que no es mi intención jugar al Jorge Bucay de los blogs, pero simplemente me pareció acertado compartir esta conclusión a la que llegué después de ver tanta gente ir y venir en mi vida, y cómo juzgué a esa gente en cierto momento y después, con el paso del tiempo y al conocer en profundidad a esa persona, me dí cuenta que en realidad no podía haber estado más equivocado.
No sé cómo rematar la idea (si lo supiera, probablemente sería editor o columnista de alguna revista o diario, por algo soy informático), pero a todo aquel que haya pasado por acá y se haya tomado el trabajo de leer esta reflexión, le dejo este consejo: No se nieguen la oportunidad de conocer a alguien simplemente por el hecho de que en una primera impresión no les cierre del todo. Abran la mente y comprendan que por cada dedo con el que apuntan, hay tres que apuntan a ustedes, dense la chance de acercarse a otra gente, ya que en esencia, algo que aprendí en este tiempo, es que conocer gente diferente nos deja muchas enseñanzas y nos ayuda a ser más abiertos, tolerantes, y en el fondo, mejores personas.